jueves, 16 de septiembre de 2010

Templesmith, el dibujante total

“Mis padres se conocieron, hicieron esa cosa que a veces hacen las personas que se caen bien y entonces existí yo”. Así narró Ben Templesmith esta tarde en la Casa de Cultura su llegada a este mundo antes de convertirse en uno de los autores más personales del mercado americano. Antes de recalar en el cómic de la mano de Hell Spawn, Templesmith se dedicaba a hacer cosas como el diseño de las chapas de los Boy Scouts, lo que explica que acabara dándose a conocer en un cómic de vampiros como 30 días de noche. Lo hizo de la mano del guionista Steve Niles, obra que luego se llevó a la gran pantalla con el espectacular éxito que todos conocemos. La idea sí que se había explorado en alguna ocasión, no era completamente nueva, pero el tratamiento visual del cómic acabó por convencer a los productores que años después la llevaron al cine. Aficionado al cine de mostruos y atmósferas tenebrosas, como Alien o La Cosa, Templesmith renegó del cine de psicópatas y asesinos en serie tan de moda últimamente.




El dibujante, excelente portadista, explicó su proceso de creación. “Una buena portada tiene que comunicar lo que hay dentro del tebeo, no lo tiene que enseñar, sino ser una imagen simbólica del interior que capte la atención del lector. Para eso hay que utilizar las ilustraciones. Me gusta jugar con el espacio negativo, los contornos, la luz. Hago lápiz, tinta y color. El 80% de mis obras están hechas a mano, para lo único que utilizo el ordenador es para incluir capas y texturas que primero fotografío. Mi proceso es distinto a otros autores, que me dicen que son dibujantes cuando sólo hacen el lápiz, mientras que yo lo hago todo, ¡no me fastidies!”, explicó Ben con ironía. El artista australiano se definió como un dibujante bastante rápido, capaz de hacer dos o tres páginas al día “si no tengo vida, pero la suerte es que no tengo vida propia, así que no hay problema. No, es broma”, comentó entre risas.


Últimamente sus colaboraciones con Niles son inexistentes. “Llegó un punto en el que tenía ganas de trabajar con mis propios guiones”, explicó dejando entrever su disgusto por haber trabajado con él en series de las que no era coautor. Así llegaron obras personales como Wormwood, aunque sin renunciar a trabajos de encargo con guionistas como Frank Beddor y Liz Cavalier en Hatter.


A la hora de dibujar, comentó que en ocasiones se utiliza como modelo, aunque lo más importante para aportar la gestualidad a sus personajes es para él conocer los diálogos. Sus influencias van del mundo del cómic, como Ashley Wood o Mike Mignola, al de la pintura, como Gustav Klimt, un abanico heterogéneo que de una u otra manera se traslada a sus viñetas. Harto de vampiros, recayó en otra historia del género, aunque en esta ocasión escrita por él, Nieve Roja, una especie de precuela de 30 días de noche cuyo estilo gráfico es el que le hubiera gustado aplicar a la serie en sus inicios. Entre sus extrañezas, un libro de retratos de los presidentes de los Estados Unidos bajo su particular tamiz. Se trata de una de las obras de las que se muestra más satisfecho.


Respecto a una sus últimas obras de mayor éxito, Fell, Templesmith manifestó “es casi el trabajo del que me encuentro más orgulloso”. Realizado junto con el guionista Warren Ellis, en la actualidad el futuro de la serie no está muy claro, pero eso no quita para que el dibujante australiano, encantado con su experiencia con Ellis, manifestase que “quiero un hijo suyo”. Pero antes de eso, tendrá que terminar sus actuales proyectos, de los que sabremos más cosas pronto.

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