Hay un tipo de cómic alejado de las grandes aventuras, de las grandes gestas, de las grandes batallas, de los grandes efectos especiales… Hay un tipo de cómic que refleja las grandes cosas que tiene el día a día. Y uno de sus grandes representantes hoy en día es el francés Guy Delisle, que esta tarde protagonizó la segunda de las charlas en el auditorio de la Casa de Cultura.
De la cuerda de autores como David B. y relacionado desde sus inicios con el colectivo La Asociación, Delisle realizó un pormenorizado recorrido por su carrera, que hasta hace poco tuvo que compaginar con el mundo de la animación. Empezó con La Asociación tras haber presentado sus trabajos a las grandes editoriales francesas. En Glenat le dijeron que la pequeña historia que había presentado no tenía posibilidades de ser editada. Pero al salir de la reunión se encontró con David B., que le remitió a La Asociación. Comenzó a enviarles muestras de su trabajo, les gustó y desde entonces empezó a trabajar con ellos con obras como Shenzen. Y cómo son las cosas. Esas editoriales que antes le rechazaban, 15 años después, recurren a él para publicar sus historias.
Delisle relató la historia de Shenzen, un relato autobiográfico ambientado en China que surgió cuando acudió a dirigir un equipo de animación de ese país. “En el segundo viaje me di cuenta de que casi había olvidado lo que había vivido en mi primer periplo tres años antes. Así que me dediqué a hacer un diario, y cuando volví a Francia vi que podría ser un cómic”, explicó. Como lo hizo en varias tandas, de una a otra iba cambiando de idea, por eso el libro va en varias direcciones a la vez.
El caso de Pyongyang es diferente, ya que en él optó por contar directamente sus experiencias allí. “Me limito a contar cosas, no necesariamente a explicarlas, a diferencia de lo que debería hacer un periodista”, señaló. A pesar de ser un relato de viajes, una de las principales preocupaciones de Delisle era darle ritmo, que el lector tuviera ganas de pasar la página, “contarlo todo, pero a la vez que la historia respire”. “Busco el exotismo en las pequeñas diferencias que existen en el día a día”, apuntó el autor respecto a un concepto que él intenta reflejar siempre en sus cómics y que, en su opinión, “ha perdido gran parte de ese componente romántico que tenía antes”. Pyongyang supuso el salto definitivo en la carrera de Delisle, uno de los mayores éxitos de La Asociación. El autor vivió allí dos meses, antes de que fuera considerado parte del Eje del Mal. Aquí, el elemento periodístico era mayor que en Shenzen. “Por ejemplo, necesitaba contar el sistema de reparto de alimentos del Estado a la población, un sistema basado en los méritos realizados por los ciudadanos a ojos del Gobierno”, explicó. Para ello utilizó una mezcla de dibujos y gráficos, una solución de la que se encuentra muy satisfecho.
El éxito de la obra fue progresivo, con sucesivas reediciones que siguen vendiéndose con la misma regularidad que al principio en más de diez idiomas diferentes. Pero más feliz se encuentra Delisle por las buenas críticas recibidas por la obra, sobre todo desde el mundo del periodismo, que reconoce el mérito de un trabajo imposible de realizar para un periodista hoy en día. Crónicas birmanas abunda en este sentido, aunque con una estructura diferente y nuevos pasos adelante por parte del autor, que por el momento no sabe por dónde le llevará el futuro y sus próximos proyectos. Habrá que estar atentos.
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