Comenzaba la última jornada del certamen avilesino con una actividad de excepción. Y es que el Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE) acogió este mediodía la visita guiada realizada por Miguel Calatayud a la exposición que protagoniza en este espacio expositivo. Calatayud, tres veces ganador del Premio Nacional de Ilustración, deleitó a los numerosos asistentes con las explicaciones a cada una de sus obras con su habitual estilo ameno y desenfadado.
Un lujo para Avilés haber contado con la presencia de este artista y haber podido disfrutar de su obra, aunque el propio Calatayud dejó la ventana abierta para próximas visitas, lo que significa que vendrá.
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sábado, 18 de septiembre de 2010
viernes, 17 de septiembre de 2010
"¡Ah!, ¿pero esto se puede hacer?"
La frase que da título a esta entrada era la principal reacción que una serie de autores españoles surgidos a finales de los 60 primeros de los 70 provocó sobre miles de lectores que contemplaron con sorpresa la irrupción de obras completamente diferentes a las que se destilaban en esos años en los kioscos españoles. Era una generación que llamaba la atención tanto por su trabajo como por su principal reivindicación, la autoría. Su huella ha quedado marcada en las nuevas oleadas de dibujantes, que beben directamente de los logros alcanzados por nombres como los de Luis García, Marika o Miguel Calatayud. Esta tarde, estos tres nombres protagonizaron una charla dedicada a la primera gran generación de autores del cómic español, La generación más guapa.
Recordando aquellos años, Luis García rememoró la lucha de estos dibujantes por el reconocimiento no sólo de los lectores, sino de los propios compañeros del medio que, al contemplar su trabajo, decían “esto no es historieta”. García puso a Calatayud como “ejemplo de autor que no se había prostituido antes por derroteros comerciales.
Por su parte, Marika se refirió a su experiencia no sólo como autora, sino como mujer. “En el caso de las mujeres dibujantes el camino marcado era el cómic romántico. Cuando te movías de ahí para defender el medio, te colocabas en una postura que desde dentro de la profesión se veía con escepticismo. Era una apuesta arriesgada, y si además como mujer querías expresar tus problemas te decían que hacías un panfleto feminista. Era abrir un camino continuamente”, relató.
Miguel Calatayud confesó por su parte que al intervenir en cualquier certamen de cómics se siente siempre “como un intruso”. “Yo me hubiera dedicado completamente a esto si hubiera encontrado una editorial que me publicara siempre. Es el trabajo peor pagado del mundo, pero entiendo a esos compañeros que se dedican en cuerpo y alma al cómic, ya que es superior al medio cinematográfico, ya que el dibujante de cómics tiene todo el poder en sus manos. He hecho poco cómic, y no lo hice ni como criterio de innovación ni nada, sino porque era lo único que sabía hacer, tintas planas y demás”, apuntó. Calatayud recordó los tiempos de la revista Trinca y cómo sus historias se situaban siempre las últimas entre la preferencia del público. “Peter Petrake no gustaba nada, pero el personaje sobrevivió porque convencí al jesuita que dirigía la revista que tenía que mantenerlo porque solucionaba el marrón de esa última posición”, comentó entre risas. Una vez desaparecida Trinca, las incursiones de Calatayud en el mundo del cómic fueron mucho más esporádicas. Defensor de la autoría y del hecho cultural, Calatayud confesó no entender fenómenos como el manga, que suponen una renuncia del autor a su propio estilo.
Luis García se refirió a otro condicionante del trabajo del dibujante en aquellos años, como fue la aparición de teóricos del medio. “Eso nos supuso una mayor responsabilidad respecto a un trabajo que realizábamos de una manera muy despreocupada”, explicó. Los cambios políticos del momento también influyeron en el mundo del cómic y en el trabajo de los autores. De todas maneras, Marika quiso poner un punto optimista y comentó que en la actualidad ve ecos de ese espíritu con el que ellos irrumpieron en los 70, un aumento del respeto por el medio y el trabajo de los autores. En definitiva, a la pregunta “¿pero esto se puede hacer?” no cabe otra respuesta: “pues sí, se puede hacer”.
Recordando aquellos años, Luis García rememoró la lucha de estos dibujantes por el reconocimiento no sólo de los lectores, sino de los propios compañeros del medio que, al contemplar su trabajo, decían “esto no es historieta”. García puso a Calatayud como “ejemplo de autor que no se había prostituido antes por derroteros comerciales.
Por su parte, Marika se refirió a su experiencia no sólo como autora, sino como mujer. “En el caso de las mujeres dibujantes el camino marcado era el cómic romántico. Cuando te movías de ahí para defender el medio, te colocabas en una postura que desde dentro de la profesión se veía con escepticismo. Era una apuesta arriesgada, y si además como mujer querías expresar tus problemas te decían que hacías un panfleto feminista. Era abrir un camino continuamente”, relató.
Miguel Calatayud confesó por su parte que al intervenir en cualquier certamen de cómics se siente siempre “como un intruso”. “Yo me hubiera dedicado completamente a esto si hubiera encontrado una editorial que me publicara siempre. Es el trabajo peor pagado del mundo, pero entiendo a esos compañeros que se dedican en cuerpo y alma al cómic, ya que es superior al medio cinematográfico, ya que el dibujante de cómics tiene todo el poder en sus manos. He hecho poco cómic, y no lo hice ni como criterio de innovación ni nada, sino porque era lo único que sabía hacer, tintas planas y demás”, apuntó. Calatayud recordó los tiempos de la revista Trinca y cómo sus historias se situaban siempre las últimas entre la preferencia del público. “Peter Petrake no gustaba nada, pero el personaje sobrevivió porque convencí al jesuita que dirigía la revista que tenía que mantenerlo porque solucionaba el marrón de esa última posición”, comentó entre risas. Una vez desaparecida Trinca, las incursiones de Calatayud en el mundo del cómic fueron mucho más esporádicas. Defensor de la autoría y del hecho cultural, Calatayud confesó no entender fenómenos como el manga, que suponen una renuncia del autor a su propio estilo.
Luis García se refirió a otro condicionante del trabajo del dibujante en aquellos años, como fue la aparición de teóricos del medio. “Eso nos supuso una mayor responsabilidad respecto a un trabajo que realizábamos de una manera muy despreocupada”, explicó. Los cambios políticos del momento también influyeron en el mundo del cómic y en el trabajo de los autores. De todas maneras, Marika quiso poner un punto optimista y comentó que en la actualidad ve ecos de ese espíritu con el que ellos irrumpieron en los 70, un aumento del respeto por el medio y el trabajo de los autores. En definitiva, a la pregunta “¿pero esto se puede hacer?” no cabe otra respuesta: “pues sí, se puede hacer”.
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